viernes, 18 de diciembre de 2009

LOS PERSONAJES DE NOCHE VIEJA

DOCUMENTAL

El 31 de diciembre se celebrará en todo el mundo la fiesta de fin de año. Ecuador no es la excepción; esta festividad es una amalgama de tradiciones, aquí es costumbre encontrar a las famosas viudas y la quema de monigotes que representan el año viejo. Detrás de esta práctica hay muchos símbolos que expresan un sentimiento insurrección.

La construcción de estos personajes es una tradición en la mayoría de países latinoamericanos, se le atribuye un origen hispánico. En España tienen costumbres parecidas, tal es el caso de rituales como el Olentzero, celebrado en el país Vasco y Navarra que posiblemente derivan de rituales antiguos paganos europeos, celtas y romanos como las saturnales. También, en algunos países, la costumbre tiene antecedentes aborígenes prehispánicos en ritos de purificación.

En esta noche los hombres se visten de mujeres y representan a viudas que paradójicamente están alegres celebrando de antemano la muerte de su viejo. Los viejos por su parte, son monigotes que tiene la forma de cualquier personaje que dio de que hablar a lo largo del año que acaba. Este muñeco, en la compleja simbología popular, es incinerado al fin del año como un ritual de catarsis y purificación para empezar el año nuevo.

Tanto el viejo como la viuda aparecen en esta tradición como cuerpos paródicos. Ambos son elementos de un complejo discurso que teatraliza la defensa de una alegría que subvierte los órdenes oficiales políticos y personales que han reinado a lo largo del año. Esta tradición es en lo más profundo una subversión.


Las viudas, mujeres masculinas, mundanas, alegres son la parodia del culto solemne de antiguas lloronas que en solemnidad cristiana a través de sus lágrimas lavaban las culpas de las almas recién ascendidas. Los monigotes o viejos exhiben y comentan la realidad política de la nación, la suerte del barrio, la parodia de algún acontecimiento del “mal año que pasa”.

La figura del viejo encarnaría lo oficial, lo político, lo hegemónico, lo masculino, lo sagrado. En su afán de subversión este ritual presenta al viejo como la representación de la masculinidad en decadencia; así la política oficial responde al orden masculino mientras que el aspecto femenino es el pueblo subordinado, que se ve en la figura de la viuda simbolizando la sexualidad, lo contra hegemónico, lo popular, lo pagano. Así es como esta tradición es un una especie de fe popular que desborda y rebasa el mundo católico. Son religiosidades flexibles y disidentes. Es, en definitiva, la conjugación de elementos mágicos y creencias no permitidas.

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